En sus algo más de 40 años de existencia, el estudio y tratamiento de la infertilidad han ido mejorando de una forma casi vertiginosa. Junto al objetivo que todos pretendemos, que es el de hijo sano en casa, es igualmente importante conseguirlo con la máxima eficiencia, y para ello disponemos de un amplio abanico de pruebas para llegar al mejor diagnóstico y pronóstico.
Es claro que, para conseguir una gestación, necesitamos un embrión viable que implante en un útero en óptimas condiciones. Para evaluar éste último tenemos pruebas de imagen, por un lado, y pruebas de laboratorio (anatomía patológica, genética, estudios de microbioma), por otro. Y más aún, podemos realizarlas de forma aislada o combinada, con variable precisión diagnóstica.
De los estudios de imagen destacan dos: la ecografía y la histeroscopia. A diferencia de la primera, la histeroscopia nos permite una visión directa, pero solo de la cavidad uterina. Es una endoscopia (o “mirar dentro”), del útero. Como prueba diagnóstica nos permite valorar posibles alteraciones de la cavidad y del tejido que la tapiza, el endometrio, como el útero dismórfico (o en “T”), pólipos, miomas o endometritis. Pero, por otro lado, puede ser también terapéutica: la histeroscopia quirúrgica cada vez tiene más aplicaciones para corregir alteraciones que comprometen gravemente la capacidad y funcionalidad del útero para albergar un embarazo, como es el caso de la metroplastia para el útero en “T”.
Ahora bien: ¿cuál es la utilidad de la histeroscopia en el momento actual? Para responder a esta pregunta es esencial distinguir la histeroscopia diagnóstica de la quirúrgica. Así como el tratamiento quirúrgico es resolutivo en un número creciente de patologías (entre las que podemos destacar los miomas submucosos, las adherencias intrauterinas o el mencionado útero dismórfico), con la histeroscopia diagnóstica quedan bastantes aspectos por definir.
En primer lugar, actualmente no se considera una prueba básica en el estudio de la infertilidad femenina. Los datos publicados hasta ahora no han encontrado ventajas sobre la ecografía, por lo que ésta sigue siendo el estudio inicial. Incluso en escenarios más específicos, como el aborto de repetición o el fallo de implantación embrionaria, los protocolos vigentes recomiendan realizar la ecografía 3D (con reconstrucción en tres dimensiones), para descartar anomalías uterinas, reservando la histeroscopia para confirmar y tratar las mismas.
En segundo lugar, no está claro el beneficio de la histeroscopia previa en mujeres que vayan a realizar un tratamiento de fecundación in vitro. La evidencia científica actual aún no es muy contundente, pero hasta ahora no se ha observado una mejora en los resultados en aquellas pacientes que previamente realizaron una histeroscopia.
Como conclusión, el papel de la histeroscopia es innegable para tratar problemas que disminuyen la fertilidad, como miomas o adherencias intrauterinas. Sin embargo, como prueba diagnóstica se considera por lo general de segunda línea, en favor de la ecografía.