Dr. Martínez de María
Julio 2024
La congelación, o vitrificación, de óvulos es un tratamiento en alza para mujeres que desean demorar su maternidad. Pero, particularmente en aquellas mujeres que tienen pareja, ¿es razonable contemplar la posibilidad de vitrificar embriones?
“Preservación de la fertilidad femenina”: realidad actual
La tan comúnmente denominada preservación de la fertilidad femenina (prefiero denominarlo preservación de óvulos, ya que la fertilidad incluye otros aspectos igualmente importantes, como por ejemplo el útero), ha dejado de ser una situación minoritaria; tal es así, actualmente es el tratamiento más realizado en muchos centros de Medicina Reproductiva. Parece que las campañas de información y concienciación sobre el impacto de la edad en la fertilidad femenina van por buen camino.
La vitrificación ha venido para quedarse
La vitrificación, como técnica de congelación y conservación, ha supuesto una auténtica revolución en la Reproducción Asistida. Con ella hemos conseguido unos porcentajes de supervivencia y, más importante, de embarazo impensables hace apenas 15 años. Como datos, en mujeres que hacen tratamiento con sus propios óvulos, la tasa de gestación (por transferencia), con embriones vitrificados alcanza casi el 41%, y con óvulos vitrificados se sitúa en el 42% (Registro SEF 2021)
Y más aún: a día de hoy, la salud de estos recién nacidos no es diferente respecto a tratamientos con óvulos y/o embriones en fresco.
Por tanto, los resultados actuales son muy positivos y tranquilizadores.
Entonces, ¿qué es mejor, vitrificar óvulos o embriones?
Aquí debemos tener en cuenta varios aspectos:
El primero, el más básico pero muy importante, es que biológicamente el óvulo es un gameto, o célula reproductora, que necesita ser fecundado para dar lugar a un nuevo ser. Dicho de otro modo: por sí mismo no es capaz de generar un recién nacido.
Y por último, hay también una notable diferencia en cuanto al procedimiento. La vitrificación de embriones va a implicar la realización de varias labores adicionales por los biólogos, como son la fecundación in vitro y el cultivo de los embriones hasta que estén listos para su vitrificación. Lógicamente, esto conllevará un mayor coste económico inicial.
Si bien, desde el punto de vista legal, ambas opciones son posibles, el enfoque ético y de buena práctica recomienda dar prioridad a la vitrificación de ovocitos, ya que, con similares tasas de éxito, el óvulo no tiene viabilidad por sí mismo (como he comentado anteriormente), y por otro lado la decisión sobre el uso futuro de los embriones podría ser más difícil, al implicar a ambos miembros de la pareja.